Cuando aquellos que escriban la historia repasen con precisión los nombres de aquellos que dejaron huella en el fútbol de Rosario con total certeza, entre esos nombres, estarán los Zanabria, los D´Ascanio y los Alaminos, todos ellos parte de una generación de grandes dirigentes y trabajadores incansables que dedicaron su vida a la construcción de esta “Rosario, capital del fútbol argentino” tal como hoy la conocemos.

Mario Oscar Alaminos fue un dirigente íntegro y respetado que se fue demasiado pronto, con poco más de cuarenta años. Esa es la primera verdad y la conocen bien todos aquellos de los muchos hombres y mujeres que transitaron las canchas de la ciudad por los años 90 y aún lo siguen haciendo.

Aquellos que compartieron esos años de dirigencia y trabajo incansable coinciden en que fue una persona querida y respetada tanto en su club como en la Asociación Rosarina de Fútbol, donde fue dirigente. En este sentido, las palabras emocionadas de Juan Carlos Gazzo lo dicen todo: “Dejó un sello por todo lo que hizo y brindó, por la buena persona que era, un tipo maravilloso para los que tuvimos la oportunidad de conocerlo y compartir con él un montón de tiempo, tanto aquí en esta casa como en las canchas de Rosarina. Y una persona que, además, se desvivía por sus hijos y verlos jugar.”

Las vueltas de la vida posibilitaron una reunión con Lucas y Gonzalo en la sala que lleva el nombre de su papá en honor a su legado y la cual se inauguró al poco tiempo de su partida. Allí hablaron con Rosario Fútbol sobre quién fue su padre y cómo fue su paso por el fútbol de Rosarina.

Dejaron su sello en la cancha de siete y luego de la cancha de once. ¿Cómo fue el paso?

Lucas: Yo arranqué a los cuatro o cinco años en Morning Star, allí hice todo el baby, parte de la cancha de once, después tuve un leve paso por Defensores Unidos y di los últimos pasos en Social Lux a los 16 años. A los 17 terminé la secundaria y después ya empecé a trabajar y estudiar y dejé de competir en Rosarina.

Gonzalo: Arranqué de muy chiquito, me llevó mi viejo. Primero fui a Inter que estaba Santa Fe y Lavalle, no había lugar y caí en Morning. Hice todo el baby con el pelado Fortuni que fue un técnico que me marcó mucho en la formación y cuando paso a cancha de once jugamos el Torneo Ilusiones del futuro, llegamos a una final con esa categoría, estuve un tiempo en Adiur y después jugué un tiempo más en Morning pero como trabajaba y estudiaba me dediqué a eso. Me alejé un tiempo de Rosarina y después volví de otro modo al fútbol de Rosario.

¿Cómo recuerdan de su paso por el fútbol, qué les quedó de toda esa experiencia?

Gonzalo: Del baby, todo. Jugué con Andrés Fortuny, Seba Campillo, Theyler, Seba González, Marcos Pellegrini, tengo vínculos con todos y es lo que más quiero, el vínculo que tuvimos con ese grupo siguió y nunca perdimos el contacto.

Lucas: La categoría 87 tenía un cuadrazo. Estaban Maxi Re, Hernán Fortuny, Leandro Lúpori, Martín Lovagnini, Leonel Godoy. Con mi técnico de esa 87, Cristian Vallejos, Ricardo Bonifacio seguimos en contacto, más con los del baby. Y, precisamente, esa 87 era muy ganadora hasta que nos cruzábamos con el Newell´s de Messi. Una sola vez le pudimos ganar a ese equipo pero siempre salían campeones ellos.

Un gol que hizo historia.

“Él lo cuenta fácil”, afirma Juan Carlos Gazzo en este pasaje de la entrevista antes de profundizar en la anécdota. “Hay que recordar que, en el caso de Lucas Alaminos, tiene un récord que hizo historia y precisamente estamos hablando de un partido frente a la categoría 87 A de Newell´s que para mí fue la mejor categoría que vi del fútbol infantil en todos estos años de Rosarina. Y afirmo esto no sólo porque allí jugaba Lionel Messi. Estaban también Juan Cruz Leguizamón, Scaglia, Gonzalo Masia, Federico Rosso, por nombrar sólo algunos. Lucas marcó un récord porque con su gol se convirtieron en los únicos que le ganaron un campeonato a esa categoría de NOB en Malvinas y de visitante.”

“Fue en el 94 pero tengo la imagen de ese día todavía. Era la última fecha y nosotros con el empate éramos campeones. Sale Juan Cruz Leguizamón, la tira para arriba, había alguien en la línea de ellos, pateó, me pegó en la cara y fue gol”, recuerda Lucas con precisión en lo que, sin dudas, con el tiempo se convirtió en uno de los registros más apasionantes de todos los tiempos del baby.

“Mario estaba tan enloquecido que se fue al baño y no vio el gol”, suma Juan Carlos quien también estaba ese día en la cancha y lo recuerda como si hubiese sido ayer.

“Después de que hice el gol la agarró Messi, pasó a tres o cuatro y empató el partido. Fueron treinta minutos colgados del travesaño. Lionel te pasaba como conitos, era imposible agarrarlo”, suma Lucas en lo que, sin dudas, ya es un recuerdo imborrable para todos los que vivieron el fútbol infantil de aquellos años.

Cuando mencionamos a Rubén Fortuny estamos hablando de otra institución en el fútbol de Rosarina no sólo por conocimiento por trato por buena persona que tuvo la suerte de viajar a Estados Unidos porque dirigía uno de los seleccionados de Rosarina.

Lucas: El viajó en el 97 conmigo porque era técnico del seleccionado y salimos campeones.

Gonzalo: Yo viajé con Osvaldo Quintana en el 98 y también salimos campeones pero a nosotros nos costó un poco más.

Representar y jugar con los colores de Rosario para ustedes era como representar los colores de Argentina.

Gonzalo: Era eso y no te lo olvidas nunca más, tuvimos esa suerte de poder ir. A mí lo que me dejó muchos valores es el baby y cada vez que me cruzo con el pelado Fortuny se lo digo. A mi él me formó en valores, era especialista en eso, en formarte de chiquito con los valores y a dónde apuntar con las palabras justas.

Hay profes hoy en día apuntan a que el captador de talentos se lleve a los chicos de categoría 2015 o 2016, lo cual es una verdadera barbaridad. ¿Qué opinan sobre este tema?

Gonzalo: Viendo cómo es todo ese entorno, que muchas veces es feo porque juegan con los padres, les sacan plata, siempre digo que si el chico es un fenómeno a los 15 o 16 años recién ahí se puede ir y probar. Siempre les digo a los chicos: llega uno (a ser jugador profesional) si es que tiene suerte, pero tal vez no llegue ninguno. La idea es que ellos vayan a hacer deportes, a hacer amistades que no las van a perder nunca, porque el fútbol tiene eso, y después el destino dirá. Yo conocí chicos que no eran unos fenómenos en lo deportivo y llegaron a primera, es el destino.

Además, los sacas del grupo que tiene en su equipo, a los 9 o 10 años, para llevarlo a otro club donde no conocen nada y a lo mejor en ese otro club están sentados en el banco y no juegan ningún partido.

Gonzalo: Yo pienso que llevar a los chicos a los clubes grandes muchas veces termina siendo nocivo. Los arruinas porque los chicos se frustran y a lo mejor no quieren jugar más. Los clubes de barrio son los mejores lugares para los chicos de hasta 15 o 16 años si es que después querés que tu hijo se dedique profesionalmente a eso. Pero lo demás es todo esto, vos te quedas con el barrio, que es lo más lindo.

El club del barrio es el lugar donde uno trata de llevar chicos y sacarlos de la calle, porque hoy hay otras cosas que cuando nosotros jugábamos al fútbol no existía, no había droga ni nada de esas otras cosas, entonces veo que hay chicos que hay que tratar de acompañarlos y llevarlos al baby, al barrio, al club, porque con eso lo sacas de la calle. Hoy, por fuera del mundo del deporte, hay más accesibilidad a los malos hábitos y los chicos se enganchan, ven la fácil y después se arruinan porque a la larga se terminan arruinando. Todas esas cosas antes no pasaban o pasaban pero en menor medida, hoy es más complicado.

Antes el club era la segunda casa de una familia. ¿Cómo analizan lo que está sucediendo hoy en día?

Lucas: Hoy la realidad es que no sabes qué es seguro. Uno cuando es padre empieza a replantearse todo lo que antes le parecía bien, uno lo ve a su manera. Pongo mi ejemplo: antes yo no me perdía ningún partido de Central, viajaba a todos lados. Ahora desde que soy padre no voy más, el último partido que fui a ver fue cuando salimos campeones en Mendoza, después no fui más. No me llama ir a la cancha, porque pienso en la inseguridad que hay. Más adelante, cuando los chicos quieran ir a la cancha, capaz vuelva, pero está compleja la ciudad.

¿Les gusta recordar todo lo que vivieron?

Gonzalo: A mí me emociona porque salvo uno todos recuerdos son lindos.

Lucas: Yo soy un poco más frío en todas esas cosas. Un poco cambió después de lo que pasó con mi papá. Capaz que va por dentro, no lo sé expresar.

¿Qué sienten que después de tantos años uno los llame para recordar todas estas cosas y en especial a su padre?

Gonzalo: En mi caso que voy más a los clubes, todos los directivos conocen quién fue mi papá. Todos me lo nombran y me pongo a llorar a veces. Mi viejo era muy leal, tenía muchos y muy buenos valores.

Sobre el final y, a modo de cierre, Gonzalo y Lucas repasan lo que fueron los últimos días de su papá. Sus palabras nos atraviesan, emocionan y hacen que la nota no sea una entrevista más.

"Voy a contar algo de sus últimos días", afirma Gonzalo. "El día domingo hizo un asado para la familia y para sus amigos. Después fui con él a ver un partido de la local de Central en Baigorria, ese partido dirigió Marcos Conforti. Siento como que se despidió de su club por varias cosas que te puedo contar sobre él de ese día, por ejemplo, caminó todo el club, el baby, la cancha de 11 y después se fue a Central que era su otro club y se encontró con Conforti, que él lo adoraba. Me quedé con eso, como que se pudo despedir de todos, de la gente que quería. Hay cosas que yo recuerdo que no me las voy a olvidar nunca más. Él pudo retirarse tranquilo. Por eso todo lo que viene ahora a mí me llega al alma porque todo el que me habla de él me habla bien."

La nota intenta ser apenas un reflejo de quién fue Mario Oscar Alaminos para propios y ajenos y quiénes son hoy Lucas y Gonzalo. Uno es contador y tiene dos hijos. El otro, director técnico en las inferiores de Social Lux. Ambos comparten no sólo el apellido sino el orgullo inmenso de todos esos recuerdos, vivencias y valores que los trajeron hasta acá. La emoción y la gratitud es enorme. 
El legado también.