No. El treintañero que empujó a la muerte a "un viejo” de 74 años el miércoles a la tarde en las vías del barrio Azcuénaga para robarle la bicicleta flamante ni debe saber quién era el Trinche Carlovich.

Hace unos tres meses, el Trinche tomaba un café con sus amigos en el bar Pico Fino, en pleno centro, cuando le rompieron el candado y también le robaron la vieja bicicleta, que tenía atada en la puerta. “Quedate tranquilo, Trinche, te compro una nueva”, lo calmó entonces el dueño del boliche, el Cuchi Lescano, quien al otro día cumplió la promesa.

El Trinche, uno de los mejores jugadores del fútbol argentino moderno, protagonizó una vida de película en la que nació y vivió en el barrio Belgrano, jugó en casi todas las categorías del ascenso y fue consagrado entre el puñado de los grandes casi sin haber jugado en primera.

Nacido el 19 de abril de 1946 en barrio Belgrano, “atrás de la Coca Cola” -como él decía-, era el menor de los siete hijos de Elvira y Mario, un plomero croata del que quizá heredó ese loco berretín por los caños.

Hizo las inferiores en Central, donde en 1969 llegó a jugar sólo dos partidos en la primera de Miguel Ubaldo Ignomiriello, un técnico moderno que no lo quería supuestamente porque era lento y por su escaso apego a los entrenamientos. Por eso el Trinche sólo jugó en la primera de Central dos partidos de visitante: un amistoso con Peñarol, en Montevideo, y otro oficial contra Los Andes. Otro fútbol y otro mundo por donde se los mire, aunque quizá no tanto, el jugador al que ahora comparan con Maradona no tuvo lugar en la primera de Central porque el técnico no lo quería y entonces se fue a jugar a préstamo cuatro meses a Flandria. Tan increíble como real.

Quizá una parte de la explicación de por qué el Trinche casi no jugó en primera la haya dado luego el ex jugador y técnico de Central Carlos Timoteo Griguol: “Es un fenómeno de jugador, pero no le gusta el sacrificio, por eso no triunfó. Jugaba conmigo en Central y prefería irse de caza o de pesca. ¡Qué lástima! Tenía condiciones técnicas únicas. Al marcarlo, el tipo desaparecía por cualquier lado y con él desaparecía el balón”.

Carlovich se exilió entonces en 1972 en Central Córdoba, desde entonces una especie de hermano menor del fútbol rosarino, donde debutó con dos goles, salió campeón de la Primera C en el recordado equipo de 1973 y desarrolló una legendaria carrera dividida en cuatro etapas, en la que alcanzó la gloria de próceres de la talla de Gabino Sosa y Capote de la Mata.
“Se me fue un amigo del fútbol”, confió el Bocha Forgués el sábado a la mañana en la puerta del Gabino Sosa, donde un millar de hinchas charrúas y de los otros clubes de la ciudad le ofrendó una despedida conmovedora.

“En el 74 yo tenía 17 años, había vuelto de un préstamo en Huracán y lo habían vendido a (el delantero campeón del 73 Oscar) Facchetti. Estaba en el banco en un partido de local contra Morón, sin el técnico Chamorro que no entraba porque no tenía el carné. El Trinche, que tenía 28 años, era el capitán y viene y me dice: «Bocha, calentá y entrá». Yo no sabía qué hacer, lo buscaba al técnico y no lo encontraba, hasta que vino de nuevo, me hizo entrar y desde ese día jugué de titular toda mi carrera en Central Córdoba. Por eso siempre digo que el Trinche me puso de titular”.

En el medio tuvo fugaces pasos por Independiente Rivadavia de Mendoza, de donde se volvió para siempre el día que le pagaron con una flamante cupé Fiat, un autazo de la época, y por Colón, donde batió el récord de haber jugado en primera sólo 40 minutos en 1977 (siete contra Huracán y 33 contra Vélez), ambos en Buenos Aires y en los que salió por lesiones musculares-.

El Trinche tuvo los 45 minutos de gloria más reconocidos del fútbol argentino la noche del miércoles 17 de abril de 1974, cuando un combinado rosarino integrado por cinco jugadores de Central y cinco de Newell’s, más Carlovich como el 5 invitado de lujo, bailó y goleó 3 a 0 en el primer tiempo a la selección argentina dirigida por Vladislao Cap, en el último amistoso previo al Mundial de Alemania. La apoteosis fue el doble caño -la especialidad de la casa- que el Trinche le metió al Oveja Telch, el 5 de San Lorenzo y de la selección nacional.

“En el entretiempo, el Polaco Cap lo mandó a Poy, que jugaba en la selección, al vestuario rival a pedirles a los muchachos que pararan la mano, pero el Colorado Killer, que quería ir al Mundial, lo sacó cagando”, cuenta un viejo conocedor del fútbol rosarino mientras otras voces aseguran que entonces el propio Cap encaró a los técnicos locales, Juan Carlos Montes y Carlos Timoteo Griguol, con un pedido de clemencia: "Muchachos, por favor, saquen a ese 5”.

Y muchos años después, cuando un cronista español le preguntó por qué creía que con sus condiciones no había llegado a ser un jugador como Maradona, el Trinche contestó como jugaba: "¿Qué es llegar? La verdad es que yo no tuve otra ambición más que la de jugar al fútbol. Y, sobre todo, de no alejarme mucho de mi barrio, de la casa de mis viejos, de estar con el Vasco Artola, uno de mis mejores amigos, que me llevó de chico a jugar en Sporting de Bigand... Por otra parte, soy una persona solitaria. Cuando jugaba en Central Córdoba, si podía, prefería cambiarme solo, en la utilería en lugar del vestuario. Me gusta estar tranquilo, no es por mala voluntad. Para mí jugar en Central Córdoba fue como jugar en el Real Madrid”.

Nota de Miguel Pisano publicada en La Capital el 10 de mayo de 2020

https://www.lacapital.com.ar/ovacion/carlovich-retrato-un-bohemio-n2583418.html