Por Lautaro Duboe.
Foto: www.pasionfutsal.com.ar
Se sabía de antemano que la travesía no era sencilla, ni para unos ni para otros. El objetivo primordial era llegar a las semifinales, y uno de los rosarinos logró estar en una de ellas. Regatas se sacó de encima al rival más difícil del grupo en el debut (Filial River Plate de Tierra del Fuego) y con otra victoria y un empate en la última jornada le alcanzó para meterse entre los cuatro mejores.
Es cierto que lo que vino después fue un gran baño de realidad, que no hace más que demostrar que a pesar de que se transita por el buen camino, aun queda mucho por hacer. La goleada frente a Pinocho era hasta previsible, pero no deja de ser dolorosa, mientras que la derrota por 6 a 0 frente a San Martín de Mendoza en el partido por el tercer y cuarto puesto terminó dejando a los comandados por Pablo Bortolato con las manos vacías.
Para el otro representante de la ciudad la espina fue aún mayor, ya que al no poder vencer a Boca Juniors en el debut, sus chances de pasar a las semifinales se acortaron mucho. Para colmo, el sospechado empate entre rosarinos y mendocinos no hizo más que hacer doblemente amargo el trago de la clasificación. En definitiva, Echesortu no llegaba de la mejor manera a esta competencia, y esto le terminó pesando.
Un párrafo aparte se merece el bicampeón del torneo. Como se preveía, Pinocho no necesitó transpirar demasiado la camiseta para alzarse por segunda vez consecutiva con el ansiado trofeo, y terminó goleando en los dos encuentros decisivos para demostrar que los de Villa Celina son de otro planeta.
Más allá de los resultados hay muchísimas conclusiones para sacar. Puertas adentro y hacia fuera, de cada uno de los planteles y de nuestro futsal en general. Lo concreto es que Rosario está muy por encima de otras ligas, pero aún falta un largo trecho por recorrer para estar al nivel de los equipos más grandes de la Argentina. Enhorabuena este tipo de torneos, que promueven la competencia y la superación personal y grupal.
En la semifinal a Regatas le tocó enfrentar al equipo, por lejos, más duro de nuestro país: Pinocho.