Ricardo Ojeda ya dejó de ser Ricardo Ojeda. Para todo el mundo es simplemente el Chete. Un joven que parece que hace mil años juega al fútbol en los torneos de la Asociación Rosarina, pero tiene apenas 28 y puede dar mucho más. Este domingo escribió un nuevo capítulo a su interesante historia. Fue como casi siempre la gran figura de su equipo, Alianza Sport, en la histórica clasificación que consiguió el aurinegro a las semifinales de la Copa Federación. Y por consiguiente, también a la segunda edición de la Copa Santa Fe.

El modesto equipo de barrio competirá con los clubes más grandes de la provincia, y hasta puede llegar a cruzarse con los que militan en el profesionalismo. Esto hace soñar al Chete, lo motiva. Y el Chete motivado es peligrosísimo. Porque ya de por sí es un atacante explosivo, pero “enfocado” se vuelve todavía más desequilibrante. Un “animal del área”. Un delantero como los que se ven por televisión. O mejor que muchos de ellos. Es uno de esos talentos que a la maquinaria del fútbol remunerado se le escapó, quien sabe porqué designios del destino.

El Chete Ojeda ya dejó a la prensa sin calificativos. Los que lo ven de cerca, sus compañeros, se rinden a sus pies. Lo adoran, lo idolatran. Sus rivales lo conocen, lo respetan, como pocas veces suele suceder en el fútbol amateur. Porque saben de su magia y han oído hablar de sus proezas. Y enseguida lo comprueban, cuando los deja revolcados en uno de sus tantos piques, o los marea con alguno de sus amagues impredecibles. Igual, en el fondo, todos parecen enorgullecerse de compartir cancha con este monstruo.

El Chete es leyenda en su barrio Las Flores. Grandes grupos de gente y amigos se movilizan para verlo. El domingo, terminada la contienda, todos querían una foto con él. Este extraordinario nivel de popularidad es por demás curioso para un jugador de Rosarina. Sin embargo, no hay mejor publicidad que el boca a boca, y cualquiera que lo haya visto jugar, al menos una vez, advierte que no está ante un delantero más. Y entonces habla de él, lo recomienda, porque ver al Chete divertirse con una pelota entusiasma a cualquier amante de la belleza futbolera.

Los números, fríos parámetros que explican su fama, hablan de algo así como 200 goles en 12 años. Desde que debutó en Primera en el 2005, con la camiseta de Oriental, lleva convertidos 195. Doce en su primera temporada con el club de Buenos Aires y Lainez, y 183 con su actual institución. Si a eso le sumamos los 3 que ya marcó por la Copa Federación, estaríamos en los 198 tantos oficiales. Y eso sin contar sus períodos en Central Argentino de Figuiera, donde jugó dos temporadas, o en Deportivo Beravebú (año 2010). Una locura para alguien que todavía tiene unos cuantos años por delante en el deporte.

La frase que dice “ningún jugador es tan bueno como todos juntos” es cierta. Muy cierta. Sin embargo, cuánto puede cambiar un gran jugador a un equipo. Cuánto le puede aportar. Y este brillante Chete ha guiado de su mano, y sobre todo con sus pies, a Alianza Sport hasta un alto peldaño a nivel regional. Ahora lo espera una nueva y dura batalla. Será ante el último campeón, el Club San Jorge. El representativo de la Liga Departamental San Martín que está invicto hace dos años, y parece virtualmente invencible. Sin embargo, para los magos no hay imposibles. Y el Chete, sin lugar a dudas, es un ilusionista del balón. Este fantasista puede lograrlo, claro que puede.