Por Miguel Martínez.

Mucho se había hablado durante la semana del clásico que debían jugar Central y Newell's por el Molinas. En numerosos medios de comunicación, algunos de los cuales no suelen referirse al fútbol de la Asociación Rosarina habitualmente, temían que este partido pudiese ser un posible foco de conflicto o roce entre las parcialidades más grandes de la ciudad. Sin embargo, no muchos sabían que estos mismos planteles se enfrentaron el 8 de julio pasado, también en Cosecha (incluso esa vez con público) y no se registró ni el más mínimo altercado o conato de discusión.

Hoy ocurrió lo mismo. Lo que pedíamos desde estas líneas ayer se hizo realidad. Todo fue en paz. Como debe ser. El clásico se jugó a muerte adentro de la cancha, con pierna fuerte, a cara de perro, pero con suma lealtad y sin mala intención. Ni de un lado ni del otro hablaron de más. Esa verborragia que convendría erradicar y que en muchas ocasiones es el detonante de alguna pelea inconducente y absurda, como todas las peleas. Los futbolistas hablaron con sus piernas, con sus jugadas, con su entrega digna de aplauso adentro del rectángulo de juego.

Es más, esta vez la felicitación quizás deba recaer más sobre Newell's que sobre Central. Porque perdió, y sabemos que lo más difícil en el deporte es asimilar las derrotas con grandeza. Mantener en la caída la frente alta, la hidalguía, el orgullo, y por supuesto el respeto por el rival. Esas virtudes cada vez menos comunes en el fútbol Siglo XXI, que sólo acepta victorias y descalifica al que no las logra. Por eso, no queremos dejar de resaltar que la gente del rojinegro se retiró del campo, y del predio, en perfecto orden y paz, pese a que perdieron por la mínima diferencia un clásico que puede ser determinante en la pelea por el título.

En este comentario, totalmente extrafutbolístico, queremos celebrar el correctísimo comportamiento que tuvieron José Luis Albarenque, DT de la local canalla, y Carlos Polenta, entrenador de la local leprosa. Como de costumbre, durante el partido ambos se limitaron a dar indicaciones a sus dirigidos, y no reclamaron ni uno solo de los fallos del árbitro. Mucho menos dar algún consejo non-sancto, como demorar cuando se va ganando, o bajar con foul a algún atrevido que osó tirar un lujo. Lo de estos técnicos es realmente ejemplar, y deberían ser copiados por sus colegas, ya que desdramatizan el fútbol y no sólo se saludaron con un apretón de manos antes y después del cotejo, sino que charlan amenamente siempre que pueden.

También estuvieron los coordinadores de ambas entidades, como siempre muy dispuestos a colaborar con quienes sea necesario, llamese terna arbitral o efectivos policiales. Aurelio Pascuttini, el anfitrión, y Jorge Walter Theiler, el que iba de visita, mantuvieron a todos sus colaboradores juntos y en silencio para no entorpecer el perfecto desarrollo del juego. Y claro, también dijeron presente en Cosecha Hugo Galloni, Gustavo Falaschi, Daniel Killer, Sergio Giovagnoli, Hernán Llano, Mario Cesarín... en fin, un puñado de técnicos, padres y directivos, que pudieron pasar el estricto control de la puerta de ingreso.

Y no solo la buena predisposición de todos los actores influyó para arribar a este final feliz. También fue correcta la decisión de la A.R.F de organizar el partido a puertas cerradas y en el predio de Cosecha, un lugar prácticamente inaccesible, no solo por su ubicación desconocida para muchos, sino por todos los arreglos que están realizando en las cercanías (sobre calle Baigorria) y que hacen de la llegada una odisea. Es más, la elección de la terna tampoco fue casual. Fabián Sosa es uno de los que más experiencia tiene pese a su juventud, acostumbrado a dirigir finales, y sus jueces de línea, Matías Bianchi y Julio César Ayala (éste último asistente internacional), también estuvieron a la altura del acontecimiento.

Felicitaciones una vez más a los responsables de cada entidad, y gracias por demostrarle a todas aquellas personas ajenas a la Rosarina, que cada tanto “tocan de oído” y se refieren a ella desde el desconocimiento (porque conocen muy poco de sus canchas, de sus torneos, y de la gente de bien que compone los clubes), que se puede. Que convivir en paz pese a tener colores diferentes es posible. Que gritar un gol y tener a unos pocos metros al rival también es posible. Que lo cortés no quita lo valiente. Ojalá los que hacen el fútbol de AFA también lo entiendan (hinchas, jugadores, técnicos, periodistas) y no hostiguen ni agredan al que piensa distinto o transita esta vida por la vereda opuesta a la suya.

Como debe ser. Todos se saludaron cordialmente antes y después del cotejo. ¡Felicitaciones!