Unión y Sociedad Italiana de Álvarez tuvo un gran 2009. Fue campeón con su primera división, consiguiendo a través de ella el ansiado ascenso al Torneo Molinas, y además campeonó con su décima y sexta división. Rosario Fútbol compartió con la gran familia del rojinegro, la cena de fin de año, en la que se premió a los jugadores.
Fotos y texto Miguel Martínez.
Sin lugar a dudas, Unión de Álvarez es un club grande. No solo dentro del pueblo que lo cobija (distante 17 kilómetros de Rosario), también en la región, y en la Liga que lo contiene. Su ascenso al círculo máximo de la Asociación Rosarina de Fútbol, termina de confirmar esta afirmación, ya que ahora no sólo estarán jugando con los grandes (Newell’s, Central, etc) en inferiores, sino también en la primera división.
El club tiene casi 800 socios, es presidido por el Sr. Juan Manuel Raponi, y en sus instalaciones se practican un montón de disciplinas. Sin embargo, el fútbol es siempre el más convocante. El deporte por el cual vive y respira su gente. En este año, el equipo que condujo el rosarino Hernán Carlisi no defraudó al público que lo acompañó y consiguió terminar arriba de todos en la Copa Pinasco, adjudicándose uno de los dos boletos que estaban disponibles para llegar al Molinas.
Por eso, y también por las otras dos categorías campeonas, se organizó el pasado lunes una fiesta enorme. En el salón “Senior” de la sede unionista, se juntaron más de 600 personas para, entre otras cosas, ver en la pantalla gigante un compilado con los goles de los tres equipos campeones, y presenciar la entrega de medallas para todos los jugadores integrantes de esos planteles.
Cada sorpresa y regalo incluido en la fiesta, fue ideado por los socios, simpatizantes, y miembros de Comisión Directiva. En el transcurso de la velada se entregaron distinciones a todas las demás categorías, técnicos, ayudantes de campo y preparadores físicos. A los miembros de la gerenciadora, al Sr. Norberto Ternavasio, delegado en Rosarina del C.A.U.S.I, y a Juan Ignacio Barbosa, elegido por la primera como el mejor compañero.
La comida fue abundante, como suele ser en este tipo de eventos, y el clima por momentos, muy futbolero. A los cánticos que entonaron los jugadores, se sumó que en las paredes había enormes banderas rojinegras colgadas, con diferentes leyendas alusivas al club. Para el final, llegó un broche a puro estruendo: Una interminable cantidad de explosiones, hicieron que la gente dejara sus mesas para mirar el cielo, y disfrutar los fuegos artificiales.
Felicitaciones para los directivos e hinchas de Unión, y mucha suerte para la temporada venidera, la cual seguramente traerá aparejados nuevos y más encumbrados desafíos.