Por Miguel Martínez.

La Selección Argentina de Fútbol jugó y ganó su segundo partido en la Copa del Mundo, Brasil 2014. En lo numérico la actuación podría calificarse como ideal, dos jugados, dos ganados, clasificación en el bolsillo a una fecha de la culminación de la primera ronda. Sin embargo, la actuación albiceleste no está siendo lo que el pueblo futbolero esperaba. Con cuatro magníficos arriba, cuatro estrellas de sus equipos europeos, como Lionel Messi, Sergio Agüero, Gonzalo Higuain y Ángel Di María, uno suponía que desequilibrar a las defensas rivales nos iba a resultar un inconveniente un poquito menos complejo.

Lo cierto es que el equipo de Alejandro Sabella recién pudo vulnerar la resistencia de la ignota Selección de Irán en el último minuto del partido. Y lo hizo gracias (una vez más) a una genialidad personal del rosarino Lionel Messi. No se trató de una pensada jugada colectiva, ni de una trabajada pelota parada, fue nuevamente la magia explosiva de la pulga la que pudo abrirse paso entre un par de piernas y clavar el balón al ángulo derecho del arco asiático, donde ni siquiera dos arqueros hubieran llegado. Sobre tres goles convertidos, dos fueron de Lio y uno en contra.

Esta referencia no hace más que confirmar que hay varios que están en deuda. Ni Agüero ni Higuain han aportado gran cosa. Ambos reemplazados en el complemento por Lavezzi y Palacio. Tampoco ha podido escurrirse entre las estrechas líneas rivales el fideo Di María, como sí lo hace en el Real Madrid. Sus aportes han sido esporádicos, y todo esto hace que la responsabilidad que recae sobre la gran estrella de este equipo, Messi, se vea incrementada. Si no rompe el cero Leo nadie parece en condiciones de hacerlo. Hoy no pudimos quitarle esa mochila, ni siquiera en los cabezazos que tuvieron Garay y Federico Fernández.

Es cierto también que Irán se pertrechó muy bien atrás. Una línea de cuatro y otra de cinco, ambas bien juntas, hicieron difícil cualquier intento ofensivo nuestro. Pero de nada podemos sorprendernos. ¿Qué esperábamos? ¿Acaso que nos salieran a atacar del minuto uno? Es más que evidente que entre el poderío de uno y otro los dirigidos por Queiroz salen perdidosos, y entonces es irreprochable que busquen, antes que nada, defender el cero en su portería. De hecho será un esquema parecido el que nos presentará Nigeria, y quizás algún rival más de aquí en adelante. Habrá que estar listos, y mostrar más y mejores recursos.

Dos cosas inquietaron, seguramente, al espectador. Una fue la facilidad con la que un par de veces nos llegó Irán. Y otra las dudas que mostró Sabella y su cuerpo técnico a la hora de meter las variantes. Respecto a la primera de ellas, nos ayudó la eficacia de Sergio "chiquito" Romero, que respondió con gran seguridad en 3 o 4 bochas difíciles (sobre todo un cabezazo que alcanzó a manotear y se le colaba seguro por arriba). En cuanto a los cambios, no habrá dejado conforme a más de uno que reemplazara delantero x delantero (x 2), dejando al equipo sin Higuain, su atacante de área, en un momento en el que los centros empezaban a llover sin solución de continuidad (incluso porque puso dos que van por afuera).

Esperemos que se sufra menos de aquí en más. Que las ocasiones empiecen a generarse con mayor fluidez, y que todos rindan un par de puntitos más arriba. Sin dudas la ansiedad y el nerviosismo de la gente se transmite y pesa sobre más de uno. El Mundial es una cita que todo este grupo esperaba, y que se repite recién en cuatro años. Por eso la presión (que lleva al error) es entendible. Hay que ser optimistas, y no hay que olvidarse que dos campeones del Mundo, como España e Inglaterra, ya armaron sus valijas, y que este martes otro (Italia o Uruguay) también se quedará afuera. La Copa no es sencilla para ninguno (el local también empató) así que tengámosle fe a estos muchachos, y sigamos soñando.