Por Miguel Martínez.

La Selección Argentina de Fútbol captó la atención de buena parte de los 40 millones de compatriotas, que este domingo se apoltronaron ante sus televisores para ver el debut albiceleste en la Copa del Mundo, Brasil 2014. Las sensaciones que quedaron luego de los 90 minutos fueron diversas, según la voz que se escuchara. Los pesimistas, o bien los que miran fútbol cada cuatro años, hablaron de un fiasco. De un equipo frío y sin alma. De estrellas ausentes.

Sin embargo, los más futboleros saben que Messi y Di María, por citar solo dos de los hombres que tenemos de mitad de cancha hacia adelante, son desequilibrantes. Y que aunque ayer no hayan tenido un partido brillante, sus condiciones están intactas y en cualquier momento pueden convertir o asistir a un compañero, inclinando la balanza en favor de nuestra Selección. El balance sin dudas debe considerarse positivo, más que nada porque en el debut es fundamental ganar, y se logró, para encarar los próximos compromisos con buen posicionamiento y mayor tranquilidad.

De todos modos, en lo estrictamente relacionado al rendimiento, quedaron varias dudas. El existismo argentino, que suponía íbamos a arrasar con los primeros tres rivales, tuvo un baño de realidad cuando observó cómo pasaban los minutos y la Selección albiceleste, no sólo no marcaba, sino que tampoco generaba situaciones de riesgo. Esas imprecisiones, esa falta de juego asociado, de encuentros positivos entre nuestros volantes de tres cuartos de cancha hacia adelante, aumentó la impaciencia y permitió que el tímido Bosnia se fuese soltando.

Lo bueno fue que Sabella advirtió que el 5-3-2 no había sido una buena idea, y que había dejado muy solo a Messi en la creación. Sin un compañero para descargar, Lio se vio rodeado y vencido en cada jugada, por una superioridad numérica de los balcánicos. Ya con Gago e Higuain en cancha, el 4-3-3 nos sentó mejor. Con mayor posesión de pelota, y otra actitud, llegó a los 20' el gol que todos esperábamos. Ese golazo “marca Messi”, que tantas veces vimos en el Camp Nou, y que nace de un arranque explosivo del mayor astro del fútbol mundial. Una apilada vertical, veloz, que esta vez pegó en el palo y entró, a diferencia de Sudáfrica 2010, donde pegaban en el palo y salían.

El gol bosnio sobre la hora decoró el resultado, y no mucho más. El arquero Romero, una de las piezas más criticadas en la previa, respondió con seguridad y no tuvo gran incidencia en ese tanto. Lo mejor, insisto, fue la declaración post-partido de Alejandro Sabella, admitiendo su error. Sin dar mayores detalles, el Seleccionador se hizo cargo y eso es saludable. Porque con el buen pie de Gago Messi se sintió más estimulado al juego corto, e Higuain no puede faltar. Un delantero de área que pueda pivotear (como en el gol de Messi por ejemplo) es imprescindible.

Argentina ganó con justicia, pero habrá que crecer en lo individual (el Kun fue otro de los ausentes) y aceitar los movimientos en todas las líneas para soñar en grande. Lo bueno es que los rendimientos no tan superlativos que esperábamos se hayan producido ahora, en el primer partido, y no más adelante. Es preferible siempre ir de menos a más, de hecho es así el estilo de Brasil en casi todos los Mundiales. Esperemos que esta vez el ritmo ascendente sea el nuestro.