Aunque más de uno parecía empeñado en estigmatizar al fútbol rosarino como violento e incapaz de llevar adelante los partidos entre sus clásicos rivales, Newell's Old Boys y Rosario Central, quedó demostrado que tal afirmación está lejos de ser cierta. Los hechos de violencia, está claro, se suscitan en cualquier ciudad o localidad del país, y no tienen un exclusivo punto de origen. Aquí se vive el fútbol con arraigada pasión, eso también está claro. Con fanatismo furioso en muchos casos.

Lo cierto es que los hinchas ya demostraron dos veces, en los últimos enfrentamientos registrados desde que el canalla retornó a la máxima categoría del fútbol argentino, que pueden vivirlo sin necesidad de hacer disturbios, y aceptando con hidalguía la derrota (ya que en ninguno de ambos casos hubo empate). Aunque parezca un dato menor, es importante, y habla de la madurez con la cual la gran mayoría de los hinchas se manifiestan, y “viven” su sentimiento.

Esperemos que en próximos cruces se siga desarrollando todo en paz. Es lo que más anhelamos como miembros de esta sociedad, y como defensores acérrimos que somos del fútbol nuestro. Ya sea el que se juega en nuestras canchitas más humildes, o el que se disputa en nuestros “colosales” o “gigantescos” estadios. Esperemos que sigan reproduciéndose gestos de tolerancia como el de esos hinchas que comparten un “clásico barrial” siempre en la previa del partido que paraliza a la ciudad. Si logramos que cada vez más gente desdramatice este hermoso deporte, habremos dado un paso muy grande hacia una saludable convivencia.