Para tomar real magnitud del hecho hay que tener en cuenta diferentes variables. Primero, y antes que nada, el rival. Japón no sólo es una potencia mundial en fútbol femenino sino el actual subcampeón de Canadá 2015. Además, es un combinado que en el 2011 logró alzarse con la Copa en Alemania. Al duelo con la Albiceleste, además, llegaban siendo campeonas de Asia en dos ocasiones. Los números estaban a su favor. Sin embargo, Argentina se paró en la cancha con esa característica tan especial que las, y los distingue: garra y pasión. Y claro, un muy buen ordenamiento táctico, así como el seguimiento a la perfección de lo comandado por el entrenador Carlos Borrello.

El entrenador, que en la previa ya había anunciado que no podía jugarle “de igual a igual” a las niponas, puso en cancha un equipo defensivo que se paró con una línea de cuatro, otra de cinco en el medio y Sole Jaimes de nueve. El esquema dio resultados, las jugadoras no se desconcentraron, cortaron los avances de Japón con altura y, en los pies de Estefanía Banini principalmente, pudieron generar alguna que otra ocasión de ataque que no pasó a mayores.

Además, en la Selección se destacaron las dos rosarinas convocadas que estuvieron desde el arranque en el Parque de los Príncipes. Vanina Correa, segura y firme en el arco, mostró su experiencia mundialista con tres Copas del Mundo en su espalda, cada vez que le tocó intervenir. Y Virginia Gómez, como lateral por derecha, estuvo imprecisa en los primeros minutos en su debut mundialista, pero rápidamente se supo acomodar en su banda y proteger el arco de su compañera canalla. Las dos rosarinas, ambas de Rosario Central, cumplieron con creces en Francia y con Rosana Gómez, entrenadora del elenco auriazul, en la tribuna, entraron en la historia de Argentina y del fútbol rosarino.

* Por Bianca Ossola
(Enviada Especial del Diario El Ciudadano, y colaboradora de www.rosariofutbol.com).