El árbitro es la autoridad imprescindible en todo partido. El hombre al que se le exige perfección en un deporte repleto de equivocaciones. Ese que intenta impartir justicia, y que aunque deba convivir con el error, como todos los humanos, es el único al que no se le permite una falla. Puede pifiar un defensor, puede escapársele al arquero, puede equivocarse un delantero en un mano a mano, pero a todos los hinchas, cualquiera sean sus colores, les parece inadmisible un error arbitral.

El árbitro es ese trabajador que más de una vez le quita tiempo a sus familiares y amigos. Que no tiene fines de semana libres, en pos de poder dirigir. Es aquel sujeto que lee cien veces el reglamento, y aún así se lo acusa de desconocerlo. Es al que se le pide serenidad para no descontrolarse dentro del campo, y para entender las “mil revoluciones” de los jugadores. Debe saber cuándo ser severo y cuándo flexible. Cuándo advertir y cuándo mostrar tarjetas.

El árbitro, y sus asistentes, han de haberse acostumbrado ya a los reclamos permanentes, tan habituales en todos los niveles del fútbol. Esas quejas que tanto dificultan su tarea, y que muchas veces son infundadas, y proclamadas con el solo objeto de sacarle una ventaja al rival. Ese árbitro, tantas veces digno y algunas veces heróico, festeja hoy su día. A todos los que dirigen en nuestra Liga, cualquiera sea el torneo o la categoría en la que se desempeñen, les deseamos pasen una excelente jornada, acompañados de sus seres queridos.