Ahí estoy, adentro de ese rectángulo tan hermoso, adentro de ese mundo, el mundo que no conocés hasta que no lo vivís, hasta que no lo sentís adentro, en el pecho, en el alma, en el corazón.

Ese mundo tan hermoso, que tanto te da, que tanto te brinda, sin siquiera hablar, sin siquiera demostrar, sólo está, y con su presencia te hace pensar, te hace reflexionar, te hace aclarar todo. Te hace actuar, te hace mostrar tu verdadera forma de ser, te define quién sos. Ahí puedo ser yo mismo, ahí me siento libre, seguro, tranquilo, confiado, querido, amado, odiado, puteado, grande, chico, el mejor, el peor, normal, distinto, importante, único, ágil, rápido, lento, pesado, gordo, flaco, forzudo, ahí adentro me siento todo, ese campo de juego me muestra quién soy, me hace dar cuenta de cómo estoy, de cómo tengo que reaccionar, de que tengo que hacer, me pone la mente en blanco, y la llena de cosas que me hacen bien, cosas que quiero y que amo.

Pero ahí también aprendí muchisimas cosas, y no únicamente me formé como jugador. No sólo progresé, mejoré, retrocedí, me caí, me levanté, me esforcé, logré lo que quería y a veces no, sino tambien me formé como persona, fui entendiendo al fútbol como la base de la vida, fui entendiendo que lo que pasa adentro de la cancha y en cada entrenamiento es una enseñanza de vida, entendí que hay que luchar por lo que uno quiere, que hay que esforzarse al máximo siempre, que hay que dar lo mejor de uno, que no siempre se va a ganar, y que no siempre se va a perder, pero siempre tenés que levantar la cabeza y seguir, sin importar lo que los demás piensen, digan, opinen, critiquen o valoren de vos, sólo te tiene que importar cuando te ayudan, cuando te aconsejan, y más que nada lo que uno piensa de uno mismo, si vos pensás que podés y luchás por eso, lo vas a lograr, tarde o temprano va a llegar el momento, solo es cuestion de tiempo, de paciencia, y de esfuerzo.

Además entendí el compañerismo. Entendí que va a existir gente que te va a alentar, que te va a apoyar, cuando te equivocás, y cuando vas bien, que esa gente es en la que hay que confiar, que esa gente se puede equivocar, así como te equivocás vos, pero hay que ponerle el pecho a las balas y seguir, seguir juntos, acompañados, no dejarlo tirado, ayudarlo a levantarse. Pero también entendí que va a existir gente mala, envidiosa, que no sabe quien ni cómo sos, que no sabe tu pasado tu presente ni tu futuro, pero que lo único que quiere es ponerse en tu camino y lograr lo que vos querés lograr, que te quiere quitar ese espacio, para cumplir probablemente su sueño, y ahí aprendí a luchar el doble, aprendí a dejar de lado a esa gente, aprendí que no existe algo que no se pueda lograr, que no existe un NO por respuesta, que si se quiere se puede. Otro valor que rescato es que a veces tenes que aguantar cosas muy duras, bancarlas de callado, o simplemente tenés que dejar que pasen, que te peguen, que te duelan, pero sólo con inteligencia, con una sola condición, que la consecuencia de aguantar sea para beneficio tuyo, que sea positivo, que valga la pena aguantar.

Podría estar todo el día nombrando y explicando valores que el fútbol me viene enseñando hace 12 años y valores que probablemente todavía me quedan por aprender, pero no sólo el deporte en sí me los enseñó, sino también personas dentro de ese deporte, que te ayudan a formar como persona, como jugador, como compañero, como amigo, existen esos compañeros de vida, de tardes de fútbol, existe esa gente que a veces puede hacerte enojar, que puede exigirte, pero si lo hacen es para que des lo mejor de vos, y porque después de todo, ellos sólo quieren vernos triunfar, y a esa gente, le voy a estar eternamente agradecido.

Por otra parte, incluída dentro del fútbol, pero ajena a la enseñanza, es lo que provoca el fútbol en mí, esa pelota, los guantes, esos tres palos, esa área, que delimita mi vida, mis posibilidades, mis recursos. Es simplemente algo hermoso, algo impresionante, pisar el césped de la cancha, ya desde el vestuario cambiando el chip de la mente, concentrándote sólo en el partido, en esos 90 minutos, donde dejas la vida, donde estas concentrado, donde jugas cada pelota como si fuera la última, donde defendes una camiseta, unos colores, donde ayudas a tus compañeros, o por lo menos tratás, donde sos capaz de hacer todo por salvar una pelota, por meter un gol, por llevarte los 3 puntos de cada partido, pensando sólo en ganar, y en ganar.

Estar ahí solo, pero acompañado a la vez, libre como un pájaro al volar por alcanzar una pelota, pero atado a lo que suceda con tus otros 10 compañeros, con la mente en blanco a todo lo que sea ajeno al partido, con un sólo pensamiento, hacer todo para ganar, esperando una jugada, para poder demostrar lo que sabes, para generar una sonrisa en tus compañeros, un momento de alivio, de paz. Darles confianza, mostrarles que pueden confiar en vos, y salir a ganar sin preocuparse por lo que pasa atrás. Pero no siempre se puede lograr esa confianza, porque todos tenemos errores, simplemente hay que tratar de hacer lo mejor y levantarte de cada caída, volviendo a intentarlo y volviendo a dejar todo para ganar, para divertirse, porque al fin y al cabo lo que uno quiere es divertirse ganando, nadie realmente se divertiría perdiendo.

Son muchas las cosas que se pueden decir, los sentimientos que se pueden volcar en letras, pero sólo hay una frase que engloba todo, y es que el fútbol es un estilo de vida, y que estoy eternamente agradecido a que haya sido, a que lo sea ahora, y que lo vaya a ser en un futuro. Simplemente gracias, gracias al que creó el fútbol, gracias al que me lo hizo conocer, gracias por esta pasión tan hermosa, y tan enferma que me llena de alegría, de felicidad, de tristeza, y de absolutamente todo. Gracias.