Por Miguel Martínez.

La calle está feliz. Las banderas dejaron los balcones, para flamear en el Monumento, el Obelisco, y las plazas de los pueblos. Argentina le ganó agónicamente 1 a 0 a Suiza, y sorteó el durísimo rival de Octavos de Final, para meterse en la próxima instancia, en la que se medirá con Bélgica. El partido terminó empatado sin goles en los 90 minutos, y recién a los 118' la albiceleste pudo romper la paridad con una jugada netamente rosarina. Messi se sacó a su marcador de encima y encaró de frente al arco. En esa situación el mejor jugador del mundo es letal.

¿Por qué? Pues porque con alternativas el defensor no sabe cómo marcarlo. Podía patear al arco o descargar para Di María que entraba solo por derecha. Eso último fue lo que hizo y “fideo” le dio de primera al palo opuesto. Golazo. Por donde se lo mire. Messi, Di María y Mascherano vienen siendo los abanderados de la Selección nacional. Los líderes, cada uno a su manera. Mascherano fue la gran figura gracias a sus incontables quites en la zona media. Un león que mete, roba y se multiplica por todos los sectores. Di María hoy marcó el tanto del triunfo, pero fue la frutilla del postre, ya que su rendimiento venía en alza. El volante del Real Madrid es puro corazón. Su entrega estremece, y aunque no siempre termina bien las jugadas, también hay que decir que en muchos casos no tiene compañeros cerca para descargar o asociarse.

Messi aparece esporádicamente, pero cuando lo hace define el pleito. Eso lo hace diferente. Su habilidad mágica se puede quitar tres o cuatro rivales en una baldosa, y al decirlo no descubrimos nada. Aunque Lio no haga el gol, puede abrir espacios para que lo conviertan otros. Él ha sido, como esperábamos, el as en la manga para ganar las “manos” más difíciles. Porque de arriba nos ha costado. Otros equipos han convertido bastante en pelotas paradas, pero no así la Argentina. Pese a que Garay y Federico Fernández son altos no han podido marcar todavía. Y el número 9, Gonzalo Higuain, ha estado francamente desconocido.

El rendimiento del “pipita” es opaco. Se lo ve lento, desatento, y hoy salvo una peinada en el segundo tiempo no estuvo involucrado en ninguna de las llegadas argentinas. Otro que deberá mejorar es Fernando Gago, un volante que ni está colaborando para “jugar” con Messi, ni está ayudando en la recuperación a Masche. Y el otro punto bajo es el de Fernández, que llegó tarde a varios cruces y gana muy poco por arriba, algo que debería ser su fuerte.

Lo de Suiza fue dignísimo, y por momentos sorprendente. Un equipo que fue goleado por Francia y que no parecía tener mucho más que Shakiri, el hombre del Bayern Munich. Mostró, en primer lugar, un arquero muy seguro. Benaglio se atajó todo lo que le pasó cerca, y respondió con solvencia ante los disparos de “la pulga”, o uno de Di María que sacó casi del ángulo. Y después apostó a los contragolpes, y cada vez que pudo lastimó. Tuvo una chance muy clara en el primer tiempo (un mano a mano en el que Romero dudó, no salió, y zafó por la mala definición). Y la última, la milagrosa, fue la que perdió Dzemaili de cabeza que se estrelló en el palo y luego rebotó en él, yéndose apenas afuera.

El camino hacia la tercera Copa del Mundo para nuestro país no parece imposible, pero tampoco será una recta allanada. Quedó claro que todos los rivales son duros, y hasta los duelos con más diferencias a la vista (en esta ronda fue Alemania-Argelia) se están resolviendo con agonía. De esos 7 pasos que había que dar ya se dieron 4. Muchos grandes, como Italia, España e Inglaterra, ya están eliminados. De momento tuvimos la fortuna que nunca fuimos abajo en el marcador. Habría que ver cómo responde este equipo ante esa adversidad. Ojalá no tengamos que remontar ningún resultado, porque muestras de carácter ya han sabido dar varios jugadores. El sueño parece posible. Sigamos soñando, ahora con Bélgica en mente.