Fotos: Gentileza Jorge Zuccolo. Texto: Miguel Martínez.

Muchos de los que hoy juegan o frecuentan el club A.D.I.U.R (Agrupación Deportiva Infantil Unión Rosario) se van a sorprender al ver las fotos que acompañan esta nota y al oír algunos detalles de su pasado. Es que los comienzos, como casi siempre sucede con todo emprendimiento, fueron muy humildes y sacrificados. Hoy en cambio, la institución situada en la intersección de Avenida Alberdi y Travesía, tiene casi 300 chicos fichados, una bonita cancha de siete (la primera en Rosario de césped sintético) y una estructura bastante bien armada en todo sentido.

Sin embargo, para los padres que a fines de los 70 se alejaron de ADIR por discrepancias con su conducción, la cosa fue cuesta arriba. Raúl Zúccolo, uno de esos socios fundadores de ADIUR llevó a su hijo Jorge, arquero de la categoría 71, a integrar la nueva entidad, y hoy el propio Jorge nos envió estas fotos, de gran valor histórico, la cuales permiten visualizar cómo era en ese entonces la institución tan próxima al Viaducto Avellaneda. Desde ya le agradecemos por su desinteresada colaboración.

Junto a Zúccolo, que más adelante sería presidente, había otros padres. Ellos eran Titibursky (su hijo llegó atajar en la primera de Argentino de Rosario), Oyarbide (papá de Diego, el colorado ex Newell's), Carlos Fernández, González, Roma, y el principal, Ricardo Barragán, que integró la Comisión Directiva de Adiur durante muchos años, y hoy solamente se dedica a su pescadería de Gorriti y Av. Alberdi.

El citado Barragán fue quien viajó dos veces a Buenos Aires para conseguir los terrenos que pertenecían al ferrocarril. Él, utilizando su propia camioneta, colaboró para quitar las piedras y desechos que había en el lugar que hoy ocupa la cancha de once. Antes incluso había allí un cañaveral. Rosario Fútbol charló telefónicamente con este socio fundador, que no sólo hizo jugar a sus tres hijos en Adiur, uno categoría 67, otro categoría 70, y el menor, categoría 76, sino también a sus nietos.

“Las primeras camisetas fueron compradas a la firma Ribil” nos cuenta entusiasmado Barragán. “Eran 7 juegos de un color naranja furioso, que en el pecho decían ADIUR en negro” agrega. No obstante, cuando quisieron comprar nuevos juegos la cosa se complicó. No conseguían tela anaranjada por ningún lado. Quizás a raíz de los efectos del “Rodrigazo”, que provocó una inflación brutal en el país. Lo cierto es que esa escasez cromática de las tiendas, hizo que los directivos de la época no tuvieran más alternativas que comprar camisetas amarillas. De ahí el cambio en la vestimenta.

Las fotos del izamiento de la bandera corresponden a su primer partido oficial. Esa tarde enfrentaron al Club Triángulo. Hoy en día, el mástil que se ve en la imagen está ubicado entre las dos canchas. Otro dato muy curioso, que nos confió Barragán, tiene que ver con el lugar donde están actualmente ubicados los vestuarios de la cancha grande. Ahí mismo, o quizás a metros de ese lugar exacto, hay enterrada una elefanta. “Pasa que en ese baldío se instaló el Circo de los Hnos. Rivero; nosotros ya estábamos con la canchita de siete en actividad. La elefanta se murió y la enterraron ahí. Muy cerquita de la higuera” explicó melancólico Barragán. Un dato que algún amante de los apodos podría utilizar para llamar “el cementerio de los elefantes” a dicho reducto. No estaría errado por cierto.

“Yo todavía tengo en mi casa las cintas de la inauguración de Adiur” asegura Barragán, que hace ocho años se marchó del club y desde entonces no retornó. “La primera copa que obtuvimos –continuó– se la ganamos a Vecinal Sarmiento en un cuadrangular. Era de aluminio y tenía como un metro de alto. Lamentablemente ese trofeo, otro que se había ganado en La Serena, Chile, y muchos más, se perdieron cuando otras autoridades estuvieron a cargo del club” se explayó este ex directivo, que en todas las comisiones se desempeñó como tesorero, y hoy tiene 65 años.

En definitiva, el club que hoy por hoy preside Darío Marchano, y que milita en la divisional C de Rosarina, fue mutando a través del tiempo. A veces los cambios fueron para progresar, a veces le tocó dar algún pasito para atrás. Lo importante es que sigue funcionando y siendo la segunda casa para un montón de niños y adolescentes, que no solo practican deporte en su predio, sino que se juntan para compartir momentos, crear nuevos vínculos, y sentirse incluidos a un grupo de iguales.