Fotos y texto Miguel Martínez
La Asociación Rosarina de Fútbol, nació con esa denominación en junio de 1931. De ahí a fin de año se jugó un abreviado torneo de primera división, cuyo campeón fue Newell’s Old Boys. Ese campeonato aún no tenía un nombre oficial. Para la temporada siguiente, la de 1932, sí se le colocó nombre al torneo oficial de la ARF, se lo llamó Gobernador Luciano Molinas, en honor al mandatario provincial que asumió ese año.

El trofeo en cuestión es todo negro, muy pesado (debe andar cerca de los 70 kilos), y alude a una carreta empujada por dos caballos, que tiene además al jinete de pie sobre el carro. Todos estos años, el premio ofrendado por la Asociación Rosarina de Fútbol a Central Córdoba, permaneció en la sede social del club (San Martín al 3200), pero ahora, la entidad que preside el contador Jorge Cornu, le prestará el valioso trofeo a la liga decana del interior del país, para que ésta lo exhiba en sus instalaciones durante unos meses.

Aquel torneo del 32 se jugó a tres ruedas y fue disputado por los mismos nueve clubes que participaron el año anterior. Durante todo su desarrollo, hubo una tenaz lucha entre “charrúas” y “leprosos”, que recién se resolvió en la última fecha. El campeón terminó siendo el equipo azul, que por entonces era liderado por el genial Gabino Sosa. Fue el primer título de primera división para el club de barrio Tablada en Rosarina, luego de dos décadas de buscarlo infructuosamente.

En el verano del 32 los clubes se vieron envueltos en una fiebre por obtener refuerzos. Debido a la llegada del profesionalismo, era la primera vez que el mercado se abría y se conocían las cifras de las contrataciones. Toda una novedad. Central obtuvo los servicios de los santafesinos Julio “brujo” Gómez y Enrique “chueco” García, inolvidable delantero que con los años se convertiría en el mejor wing izquierdo del país. Newell’s contrató a los hermanos Ezequiel y Oscar Tarrío, una pareja de zagueros porteños que reemplazaría a Lecea (cedido a Independiente) y Bureu (a Tiro).

Además, Juan Elías Yustrich, arquero de Provincial, y Cataldo Spitale, de Newell’s, se incorporaron a Boca Juniors, mientras que Julio Benavídez de Nacional (a partir justamente de esa temporada denominado Argentino), pasó a la entidad porteña de Tigre. El refuerzo más trascendente sin embargo, fue el que hizo Central Córdoba. La incorporación de Félix Buzzolini, renombrado atacante de Tiro Federal, terminó siendo clave ya que se erigió en el máximo artillero del campeón con 28 goles.

El comienzo del campeonato fue inmejorable para los azules de zona sur. En las primeras jornadas vencieron a Newell’s, 3 a 2; a Argentino, también por 3 a 2 (por entonces aún no eran considerados clásicos rivales); a Belgrano, por 6 a 3, y finalmente a Rosario Central en Génova y Cordiviola, otro de los que marchaba invicto. La “sinfónica” de Gabino dio cátedra en Arroyito y se impuso por 4 a 3, asegurándose la punta en soledad.

Para las últimas fechas Córdoba y Newell’s punteaban la tabla con comodidad. La ventaja sobre sus perseguidores (Argentino y Central) era mucha. El 25 de septiembre chocaron por última vez entre sí en lo que se tomó como una final adelantada. El empate en uno mantuvo el suspenso, pero el charrúa aprovechó que el rojinegro quedó libre, superó a Washington 7 a 2, y quedó como único líder. A la última jornada llegó con dos puntos de ventaja sobre la lepra, y jugaba en Virasoro y 25 de diciembre ante Rosario Central.

Las tribunas repletas de afición charrúa disfrutaron de una goleada impensada y extrañamente holgada: 8 a 0. Newell’s goleó 6 a 2 a Tiro pero de nada le sirvió. El máximo galardón quedó en manos de Córdoba, que terminó con 41 puntos, la delantera más goleadora (91) y la valla menos vencida (28). El quinteto ofensivo de los azules es uno de los más recordados por su gente: Sebastián Medina; Antonio Morales, Gabino Sosa, el “chueco” Vicente Aguirre, y Félix Buzzolini.